Friday, January 26, 2007

The revolution will be not televised


-¡Esto es una vergüenza!
-Yo no sé adónde iremos a parar…
-No está bien que estropeen así el barrio…
-¿Eso no es pedofilia o algo así?

La opinión era unánime en la peluquería de Rosa. La pintada que había aparecido esa mañana en la pared del parque era una infamia. Una rebeldía incívica e injustificada que afeaba el barrio y molestaba a sus habitantes.

Sólo tres días tardó la carta de solicitud de limpieza en llegar al Ayuntamiento. Y mientras enviaban a los de la limpieza, la vida del barrio siguió su curso..

El tema surgía a veces en la carnicería, el bingo o a la salida de Misa. Sin voces discordantes, el veredicto estaba claro: en las próximas elecciones no votarían a ese Alcalde.

La pintada empezó a formar parte del paisaje del barrio. Los vecinos, cada vez que pasaban por delante, se detenían un momento y devolvían la mirada a ese niño.

De pronto Rosa decidió que iba a apadrinar un niño. Sin hijos, sin marido, era libre para emplear su dinero en lo que quisiera.

-Pues yo no lo veo tan distinto de tu hijo, el pequeño.
-Tu estás loca, qué se va a parecer…

Aquella noche, Marta pasó más de media hora viendo cómo su hijo Javier dormía a pierna suelta, resolviendo que si el chico aprobaba las Matemáticas le compraría el skate.

Un mes después, Javier le pidió a Sara que saliera con él. Ensayó delante del espejo una y mil veces la cara que debía poner: la del niño de la pintada en la pared. Durante dos semanas fueron los novios más felices del mundo.

Aquella mirada. Era una mirada entre resuelta y miserable. Como sabiéndolo todo de la vida pero sin esperar realmente nada de ella. Una mirada de la que no podías escapar.

Durante seis meses, aproximadamente, el barrio vivió un extraño revivir. Los negocios prosperaban, las relaciones mejoraban y todos estaban encantados con su vida y, casi más importante, con la de los demás.

Hasta que un día, sin previo aviso, la pintada desapareció.

-Al fin y al cabo, no era tan fea, la pintada.
-A los niños les gustaba.
-¿No os recordaba a mi hijo Javier?

El veredicto estuvo claro: en las próximas elecciones no votarían a ese Alcalde.


Autor: Piter Garre

1 comment:

Anonymous said...

Reservado por El Nota.